Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA GENERAL DE LAS COSAS DE LA NUEVA ESPAÑA, I



Comentario

Capítulo sexto


De los castigos que hazían a los que se emborrachavan

Los mancebos que se criavan en la casa de telpuchcalli tenían cargo de barrer y limpiar la casa; y nadie bevía vino, mas solamente los que eran ya viejos bevían el vino muy secretamente, y bevían poco; no se emborrachavan. Y si parecía un mancebo borracho públicamente, o si lo topavan con él, o le vían caído en la calle, o iva cantando, o estava acompañado con los otros borrachos, este tal, si era macegual, castigávanle, dándole de palos hasta matarle, o le davan garrote delante de todos los mancebos juntados porque tomassen exemplo y miedo de no emborracharse; y si era noble el que se emborrachava, dávanle garrote secretamente.

Y estos mancebos tenían sus amigas, cada dos o tres; la una tenían en su casa y las otras estavan en sus casas. Y quien quería salir de la casa de telpuchcalli y dexar la conversación de los mancebos, pagava a los maestros de los mancebos diez o veinte mantas grandes, que se llaman cuachtli, si tenía hazienda; y ansí, en consintiendo los maestros de los mancebos, luego le dexavan salir de aquella casa y casávase, y entonces le llamavan tlapaliuhcati, que quiere dezir que no es mancebo, sino que es casado. Y el que era bien criado y aficionado a las costumbres de los mancebos, no salía de allí de su voluntad, aunque fuese ya de edad perfecta, sino que por mandado del rey o señor salía de aquella casa. Y de estos mancebos no se elegían los senadores que regían los pueblos, sino otros oficiales más baxos de la república que se llamavan tlatlacateca y tlatlacuchcalca y achcacauhti, porque no tenían buena vida por ser amancebados, y osavan dezir palabras livianas y cosas de burla, y hablavan con sobervia y osadamente.



Capítulo séptimo

De cómo los señores principales y gente de to[n]o ofrecían sus hijos a la casa que se llamava calmécac, y de las costumbres que allí los mostravan

Los señores o principales, o viejos ancianos, ofrecían a sus hijos a la casa que se llamava calmécac. Era su intención que allí se criasen para que fuessen ministros de los ídolos, porque dezían que en la casa de calmécac havía buenas costumbres y doctrinas, y exercicios, y áspera y casta vida, y no havía cosa de desvergüenças, ni reprehensión, ni afrenta ninguna de las costumbres que allí usavan los ministros de los ídolos que se criavan en aquella casa.

Señor o principal o rico, cualquier que tenía hazienda, cuando ofrecía a su hijo, hazía y guisava muy buena comida, y combidava a los sacerdotes y ministros de los ídolos que se llamavan tlamacazque y cuacuacuilti, y a los viejos pláticos que tenían cargo del barrio. Y hecho el combite en casa del padre del muchacho, los viejos ancianos y pláticos hazían una plática a los sacerdotes y ministros de los ídolos que criavan los muchachos, de esta manera: "¡Ah, señores sacerdotes y ministros de nuestros dioses, havéis tomado trabajo de venir aquí a nuestra casa y os truxo nuestro señor todopoderoso! Hazemos os saber que nuestro señor fue servido de hazernos merced de darnos una criatura, como una joya o pluma rica que nos fue dada. Si mereciéremos que este muchacho se críe y biva, y es varón, no conviene que le mostremos oficio de muger teniéndole en casa; por tanto os le damos por vuestro hijo y os le encargamos, y agora al presente ofrecémosle al señor Quetzalcóatl, o otro nombre Tlilpotonqui, para entrar en la casa de calmécac, que es la casa de penitencia y lágrimas donde se crían los señores nobles, porque en este lugar se merecen los tesoros de dios orando y haziendo penitencia con lágrimas y gemidos, y pidiendo a dios que les haga misericordia y merced de darles sus riquezas. Desde agora le ofrecemos para que, en llegando a edad convenible, entre y viva en casa de nuestro señor, donde se crían y dotrinan los señores nobles, y para que este nuestro muchacho tenga cargo de barrer y limpiar la casa de nuestro señor; por tanto, humildemente, rogarnos que le recibáis y toméis por hijo para entrar y bivir con los otros ministros de nuestros dioses en aquella casa donde hazen todos los exercicios de penitencia, de día y de noche, andando de rodillas y de codos, orando, rogando, y llorando y sospirando ante nuestro señor".

Y los sacerdotes y ministros de los ídolos respondían a los padres del muchacho de esta manera: "Aquí oímos vuestra plática, aunque somos indignos de oírla, sobre que deseáis que vuestro amado hijo, o vuestra piedra preciosa o pluma rica, entre y viva en la casa de calmécac. No somos nosotros a quien se haze esta plática, mas házese al señor Quetzalcóatl, o otro nombre Tlilpotonqui, en cuya persona la oímos. El es a quien habláis; él sabe lo que tiene por bien de hazer de vuestra piedra preciosa y pluma rica, y de vosotros, sus padres. Nosotros, indignos y siervos, con dudosa esperança esperarnos lo que será; no sabemos, por cierto, cosa cierta que os dezir, esto será o esto se hará de vuestro hijo; esperemos en nuestro señor todopoderoso lo que tendrá por bien de hazer a vuestro hijo".

Y luego tomavan al muchacho y llevávanle a la casa de calmécac, y los padres del muchacho llevavan consigo papeles yo encienso, y maxtles y mantas, y otros sartales de oro y pluma rica, y piedras preciosas ante la estatua de Quetzalcóatl en la casa de calmécac. Y en llegándose todos, luego tiñían y untavan al muchacho con tinta todo el cuerpo y la cara, y le ponían unas cuentas de palo que se llama tlacopatli. Y si era hijo de pobres, le ponían hilo de algodón floxo, y le cortavan las orejas y sacavan la sangre y la ofrecían ante la estatua de Quetzalcóatl. Y si aún era pequeño, tornavan a llevarle consigo los padres a su casa. Y si el muchacho era hijo del señor o principal, luego le quitavan las cuentas hechas de tlacopatli y las dexavan en la casa de calmécac, porque dezían que lo hazían ansí por razón que el espíritu del muchachuelo estava asido a las cuentas de tlacopatli, y el mismo espíritu hazía los servicios baxos de penitencia por el muchachuelo. Y si era ya de edad convenible para vivir y estar en la casa de calmécac, luego le dexavan allí en poder de los sacerdotes y ministros de los ídolos para criarle y enseñarle todas las costumbres que se usavan en la casa de calmécac.



Capítulo octavo

De las costumbres que se guardavan en la casa llamada calmécac, donde se criavan los sacerdotes y ministros del templo desde niños

Era la primera costumbre que todos los ministros de los ídolos que se llamavan tlamacazque dormían en la casa de calmécac.

La segunda era que barrían y limpiavan la casa todos a las cuatro de la mañana.

La tercera era que los muchachos, ya grandezillos, ivan a buscar y cortar puntas de maguey.

La cuarta era que los ya grandezillos ivan a traer a cuestas la leña del monte que era necessaria para quemar en la casa de calmécac cada noche. Y cuando hazían alguna obra de barro, o paredes, o maizal, o çanjas o azequias, ívanse todos juntos a trabajar en amaneciendo; solamente quedavan los que guardavan la casa y los que les llevavan la comida, y ninguno de ellos faltava; con mucho orden y concierto trabaxavan.

La quinta era que cesavan del trabajo un poco tempranillo, y luego ivan derechos a su monasterio a entender en el servicio de los dioses y exercicios de penitencia, y bañávanse primero, y a la puesta del sol començavan a aperejar las cosas necessarias, y a las onze horas de la noche tomavan el camino, llevando consigo las puntas de maguey. Cada uno a solas iva llevando un caracol para tañer en el camino y un incensario de barro, y un çurrón o talega en que iva el incienso, y teas y puntas de maguey. Y ansí cada uno iva desnudo a poner al lugar de su devoción las puntas de maguey. Y los que querían hazer gran penitencia llegavan hazia los montes y sierras y ríos; y los grandezillos llegavan hasta media legua. Y en llegando al lugar determinado, luego ponía las puntas de maguey, metiéndolas en una pelota hecha de heno, y ansí se bolvía cada uno a solas tañendo el caracol.

La sexta era que los ministros de los ídolos no dormían dos juntos cubiertos con una manta, sino dormían cada uno apartado del otro.

La séptima era que la comida que comían hazían y guisavan en la casa de calmécac, porque tenían renta de comunidad que gastavan para la comida; y si traían a algunos comida de sus casas, todos la comían.

La [octava] era que cada medianoche todos se levantavan a hazer oración, y quien no se levantava y despertava, castigávanle punçándole las orejas, y el pecho, y muslos y piernas, metiéndole las puntas de maguey por todo su cuerpo en presencia de todos los ministros de los ídolos, porque se escarmentasen.

La [novena], que ninguno era soberbio, ni hazía ofensa a otro, ni era inobediente a la orden y costumbre que ellos usavan. Y si alguna vez parecía un borracho o amancebado, o hazía otro delicto criminal, luego le matavan, o le davan garrote, o le asavan vivo, o le asaeteavan. Y quien hazía culpa venial, luego le punçavan las orejas y lados con puntas de maguey o punçón.

La [décima] era que a los muchachos castigavan, punçándoles las orejas o los açotavan con ortigas.

La [onzena] era que a la medianoche todos se bañavan los ministros de los ídolos en una fuente.

La [dozena] era que cuando era día de ayuno todos ayunavan, chicos y grandes; no comían hasta mediodía. Y cuando llegavan a un ayuno que se llamava atamalcualo ayunavan a pan y agua, y otros que ayunavan no comían todo el día sino a la medianoche, y otro día hasta la otra medianoche; y otros no comían hasta el mediodía, una vez nomás, y en la noche no gustavan cosa alguna, aunque fuese agua, porque dezían que quebrantavan el ayuno si gustavan cosa alguna o si bevían agua.

La [trezena] era que les mostravan a los mancebos hablar bien y saludar y hazer reverencia. Y el que no hablava bien o no saludava a los que encontrava o estavan assentados, luego le punçavan con las puntas de maguey.

La [catorzena] era que les enseñavan todos los versos de canto para cantar, que se llamavan divinos cantos, los cuales versos estavan escritos en sus libros por carateres. Y más, les enseñavan la astrología indiana y las interpretaciones de los sueños y la cuenta de los años.

La [quinzena] era que los ministros de los ídolos tenían voto de vivir castamente, sin conocer a muger carnalmente, y comer templadamente, ni dezir mentiras, y bivir devotamente y temer a dios.

Y con esto acabamos de dezir las costumbres y orden que usavan los ministros de los ídolos, y dexamos otras que en otra parte se dirán.



Capítulo 9

De la elección de los sumos sacerdotes, que siempre eran dos: el uno se llamava Tótec tlamacazqui, el otro Tlaloca tlamacazqui, que siempre elegían los más perfectos de todos los que moravan en el templo

El que era perfecto en todas las costumbres y exercicios y dotrinas que usavan los ministros de los ídolos, elegíanle por sumo pontífice, al cual elegía el rey o señor y todos los principales, y llamávanle Quetzalcóatl. Y eran dos los que eran sumos sacerdotes: el uno se llamava Tótec tlamacazqui, y el otro se llamava Tláloc tlamacazqui. Y el que se llamava Quetzalcóatl Tótec tlamacazqui servía al dios Uitzilopuchtli, y el otro que se llamava Tláloc tlamacazqui servía al dios Tlalocantecutli, que era dios de las lluvias. Y estos dos sumos pontífices eran iguales en el estado y honra, aunque fuessen de muy baxa suerte y de padres muy baxos y pobres. Mas la razón por que elegían a estos tales por sumos pontífices era porque fielmente cumplían y hazían todas las costumbres y exercicios y doctrinas que usavan los ministros de los ídolos en el monasterio de calmécac. Y por esta causa, por la eleción que hazía, a uno se llamava Quetzalcóatl, o otro nombre Tótec tlamacazqui, y el otro se llamava Tláloc tlamacazqui.

Y en la eleción no se hazía caso del linaje, sino de las costumbres y exercicios y doctrinas y buena vida, si las tenían los sumos sacerdotes, si vivían castamente y si guardavan todas las costumbres que usavan los ministros de los ídolos: el que era virtuoso, y humilde, y pacífico, y considerado y cuerdo, y no liviano, y grave, y riguroso, y zeloso en las costumbres, y amoroso, y misericordioso, y compasivo, y amigo de todos, y devoto y temeroso de dios. Los grados por donde subía este tal son éstos: el primero le llamavan tlamacazto, es como acólito; el segundo le llamavan tlamacazqui, que es como diácono; el tercero le llaman tlenamácac, que es como sacerdote. De estos sacerdotes los mejores elegían por sumos pontífices, que se llamavan quequetzalcóa, que quiere dezir "sucesores de Quetzalcóatl". Y la vida que tenían y usavan los ministros de los ídolos era áspera, pero la criança de los muchachos estava partida y distinta en dos partes: la una era en la casa de calmécac, y la otra en la casa de telpuchcalli.